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viernes, junio 2, 2023

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Telemática: el factor que resuelve la ecuación de la electrificación de la flota

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La cuestión no es si sí o si no, sino en qué momento y de qué manera porque el camino hacia una movilidad empresarial libre de emisiones ya no tiene vuelta atrás. Los vehículos eléctricos (VE) han llegado para quedarse, y de ello se están asegurando los gobiernos con regulaciones cada vez más estrictas en materia de emisiones de carbono. En este afán por impulsar la descarbonización, la electrificación de las flotas es considerada como un catalizador clave para avanzar hacia una movilidad limpia y sostenible durante la próxima década.

Según un estudio presentado el año pasado por Eurelectric, la asociación europea que representa a la industria eléctrica, las empresas privadas y administraciones públicas operan 63 millones de vehículos en Europa. Es solo el 20% del parque, pero responsable del 40% de todos los kilómetros recorridos y del 50% de las emisiones de CO2 del sector del transporte, de modo que es evidente su potencial para acelerar una transición que, para algunos, es una revolución equiparable a la propia llegada y popularización del automóvil.

Las flotas como abanderadas

¿Y por qué deben ser las flotas las que abanderen esta transformación? Por varias razones, afirma el mismo estudio. En primer lugar, el atractivo en la compra de eléctricos se incrementa con los incentivos públicos y los descuentos aplicados en las ventas al por mayor. Y por otra parte, la predictibilidad de sus rutas permitiría impulsar el despliegue de la infraestructura de recarga en puntos clave, aumentando al mismo tiempo la confianza de los particulares en los VE.

Un informe de Webfleet Solutions determina que un 61% de los vehículos comerciales en Europa –un 55% en España– podría ser reemplazado por una alternativa eléctrica, y que el 34,4% de las empresas podría cambiar todos los vehículos de su flota por VE

De modo que las flotas tienen ante sí un reto y una responsabilidad, y parecen dispuestas a asumirlos. Se prevé que su electrificación crezca a buen ritmo, alcanzando los 10,5 millones de vehículos eléctricos en Europa para 2030. Lo secunda la última edición del Observatorio de Movilidad de Arval, que nos dice que el 34% de las empresas españolas ya ha implementado alguna tecnología de electrificación en su parque y otro 45% lo tiene previsto para los próximos tres años, con lo cual un 79% contará con vehículos eléctricos o híbridos en el horizonte de 2023. En el caso concreto de los puramente eléctricos, su aceptación sería menor al verse reducido este porcentaje hasta el 54%, aun así bastante considerable.

Hay, pues, intención en las empresas por avanzar hacia esta movilidad sostenible, y los estudios constatan que se trata de la decisión correcta para una mayoría. Un informe de Webfleet Solutions, uno de los proveedores líderes de soluciones para la gestión telemática de flotas y servicios para vehículos conectados, con datos de 100.000 vehículos de 5.000 clientes, determina que un 61% de los vehículos comerciales en Europa –un 55% en España– podría ser reemplazado por una alternativa eléctrica, y que el 34,4% de las empresas podría cambiar todos los vehículos de su flota por VE.

El papel de revulsivo que está jugando la normativa en la adopción de vehículos eléctricos es correlativo en muchos casos con las propias estrategias de las compañías en cuanto a la reducción de su huella de carbono. Algo que podría parecer propio de las grandes corporaciones, pero que “no es una cuestión del tamaño de la empresa, sino más bien de su filosofía”, afirma Heike de la Horra, director de Ventas de Webfleet Solutions. Los VE no solo contribuyen positivamente a la imagen corporativa, en sintonía con esta generación de clientes y usuarios que cada vez incorpora más el criterio de sostenibilidad en sus decisiones de compra, sino que, además, pueden resultar la opción más adecuada y rentable para el negocio; imperativa, incluso, si se quiere dar continuidad a la actividad garantizando el acceso a los centros urbanos ante el despliegue de las zonas de bajas emisiones con circulación restringida.

¿Es el momento adecuado?

A la vista de que el paso es obligado, cabe plantearse entonces si es este el momento indicado para comenzar a darlo. No es España un mercado precisamente maduro ni en cuanto a la penetración del eléctrico ni en la disponibilidad de infraestructuras de recarga, pero De la Horra no tiene dudas de que es “un momento muy bueno” para encarar este cambio, apuntando a los incentivos. “Hay que tener en cuenta que, además de los planes del Gobierno, entran en juego los fondos europeos de recuperación Next Generation, que podrán solicitar las empresas que apuesten por combustibles no contaminantes o por la electrificación de sus flotas, así como por la implantación de soluciones digitales que permitan reducir la huella medioambiental”, explica.

Claro que toda renovación o nueva incorporación a la flota debe contemplarse desde la perspectiva, a la vuelta de la esquina, de la implantación obligatoria de zonas de bajas emisiones en los municipios de más de 50.000 habitantes en el año 2023, momento en el que “veremos un impulso significativo en la adopción del VE”, pronostica el directivo.

Todo empieza por entender los patrones de conducción de la flota. Una evaluación precisa de las rutas, de la distancia máxima recorrida cada día por el vehículo, de los ciclos de trabajo típicos, es fundamental para concluir si un eléctrico puede hacer el trabajo

Bajo este condicionante, un sector para el que la electrificación es básica es la distribución de la última milla, es decir, la mensajería y el reparto en zonas urbanas. Pero no es el único. En opinión de De la Horra, los sectores de servicios profesionales, de instalación y mantenimiento, de distribución de bebidas y del transporte pueden salir muy beneficiados de la transición hacia una flota eléctrica, sin olvidar el rol pionero que deberían ejercer las flotas de servicios públicos. En general, añade, “cualquier vehículo que recorre diariamente menos de 300 kilómetros –valor que vendría a reflejar la autonomía media de los modelos eléctricos actuales– en el 98% de los días del año es susceptible de ser sustituido por un VE”.

La autonomía, pues, se postula como un factor primordial a considerar, incluso antes de entrar a analizar el coste total de propiedad, y más si cabe cuando la denominada range anxiety, o la ansiedad del conductor por miedo a quedarse sin batería, es el principal obstáculo que ha percibido Webfleet entre sus clientes. El caso es que esta transición nos lleva hacia un mundo desconocido, un territorio inexplorado hasta ahora por los gestores de flota en el que ya no bastará con una página de Excel para hacer los cálculos de TCO.

Hay que tener en cuenta nuevos y diversos factores a la hora de electrificar una flota, entre los que el director de Ventas destaca cinco: la búsqueda y elección de los vehículos adecuados; el cálculo de los requisitos de carga; evaluación de las opciones de financiación más asequibles; diseño de la estructura de carga interna; y la planificación de los cambios en el diseño de las instalaciones –y posiblemente en los hogares de los empleados– para alojar a los nuevos vehículos eléctricos.

Elección de los modelos

Parece obvio que el primer punto de análisis nos debe llevar a plantearnos qué modelos serían los adecuados para las operaciones de nuestra flota comercial, y más específicamente si su autonomía es suficiente para cubrir los recorridos diarios. Pues bien, a pesar de que la escasa oferta en el mercado ha sido considerada como un factor contrario a la expansión del eléctrico, lo cierto es que la duras sanciones contra los fabricantes automovilísticos que superen las medias de dióxido de carbono establecidas por la Unión Europea han propiciado el desarrollo de este segmento, dando lugar a una mayor variedad de VE para que las empresas multipliquen sus posibilidades de encontrar una opción adecuada a su rango de precios y requisitos de conducción, aunque también la elección es más compleja. La Agencia Internacional de la Energía cifra en más de 230 el catálogo de modelos eléctricos puros en el mundo al término de 2020 –y hasta 367 si contamos los híbridos enchufables–, a los que habría que sumar los lanzados desde entonces.

El primer punto de análisis nos debe llevar a plantearnos qué modelos serían los adecuados para las operaciones de nuestra flota comercial, y más específicamente si su autonomía es suficiente para cubrir los recorridos diarios

La elección del modelo o modelos deberá venir determinada por las necesidades de la flota, de modo que todo empieza por entender sus patrones de conducción. Una evaluación precisa de las rutas, de la distancia máxima recorrida cada día por el vehículo, de los ciclos de trabajo típicos, es fundamental para concluir si un eléctrico puede hacer el trabajo. Y para ello, la telemática se reserva un papel fundamental, capaz de aglutinar datos de rendimiento reales que ayuden a tomar la mejor decisión. “Los proveedores de telemática contamos con una sólida posición para ofrecer una asistencia y una información únicas cuando las empresas quieran incorporar VE a sus flotas. Mediante el análisis de los datos de la flota actual, una empresa de telemática puede asesorar en cuanto a si los eléctricos son o no una elección sensata o práctica en cada caso”, expone De la Horra.

Una completa monitorización de la flota actual de combustión interna en relación a los viajes realizados anteriormente, el consumo de combustible, el estilo de conducción, el kilometraje y otros puntos de datos cruciales, conformará una información valiosísima a la hora de establecer en este proceso qué unidades de gasolina o diésel pueden ser sustituidas por eléctricas y cuáles serían los candidatos más adecuados para ello, no solo en términos de autonomía, sino también por sus costes totales e impacto en el TCO, además de ayudar a planificar eficazmente la estrategia de infraestructura de recarga.

En relación a los costes de la flota comercial eléctrica, el directivo de Webfleet recuerda que esta cuestión tiene dos caras: “Por un lado, requiere una mayor inversión inicial que incorporar un vehículo de combustión tradicional, pero por otra parte, el coste de funcionamiento de un eléctrico es significativamente más bajo”. La brecha de precio se ve reducida con los incentivos gubernamentales y lo irá haciendo más a medida que aumente la prevalencia de los VE. Se prevé que hacia 2030 la producción global de VE sea casi cinco veces mayor que en 2020, pero no hay que irse tan lejos porque según algunos expertos nos estamos acercando a un punto de inflexión que hará que el coste de adquisición de un eléctrico sea inferior al de un gasolina o un diésel a partir de este mismo año.

La gran ventaja de los costes de explotación

Pero independientemente de esta equiparación en la inversión inicial, los costes de explotación seguirán siendo unas de las ventajas más atractivas para los gestores. De media, según Webfleet, menos de la mitad que los de un térmico en la misma distancia recorrida. Básicamente porque el precio de la electricidad, sin un impuesto de hidrocarburos sobre las espaldas, es bastante más económico que el de la gasolina y el gasóleo, además de que suele ser más estable, por lo que es más fácil presupuestar con costes operativos más predecibles.

A su positiva proyección de TCO contribuyen también otra serie de beneficios económicos, como el aparcamiento sin cargo en zonas de estacionamiento regulado (SER), los descuentos en peajes, la exención del impuesto de circulación en algunas localidades, el ahorro en costes de seguro y colisiones dados los mayores niveles de seguridad alcanzados por estos vehículos y, fundamentalmente, su mantenimiento más económico. Y es que mientras los vehículos de combustión interna incluyen hasta 2.000 piezas móviles, los VE pueden tener apenas 20, lo que hace que su mantenimiento resulte más sencillo y rentable.

Tratar de mantener el horario de carga más rentable, evitando en la medida de lo posible el coste añadido de cargar a horas punta o tener, incluso, que recurrir a puntos de recarga rápida, es otra tarea que puede facilitar una solución de gestión de flotas

Pero esta ventaja tan evidente puede presentar, advierte Webfleet, otra vertiente vinculada a la cualificación de los mecánicos que intervienen sobre nuestra flota, por lo que es posible que la empresa tenga que invertir en formación o contratación de especialistas al incorporar vehículos eléctricos. Sobre este respecto, la telemática puede ofrecerle al gestor de flota un diagnóstico temprano de los problemas que pudieran surgir al manejar información en tiempo real sobre aspectos como la batería, los registros de servicio o la presión de los neumáticos.

Los costes de funcionamiento, como decíamos, se postulan como el gran reclamo de los VE, pero hay que especificar que no será fácil maximizar el ahorro que pueden aportarle a la empresa en términos de consumo de energía. Porque un usuario particular puede recargar su vehículo cada noche beneficiándose de las tarifas más económicas de las horas valles, pero en una flota no se disfruta de esta flexibilidad, sino que se está a expensas de las necesidades de servicio y puede que haya que cargarlos con mayor frecuencia para mantenerlos operativos.

Así que tratar de mantener el horario de carga más rentable, evitando en la medida de lo posible el coste añadido de cargar a horas punta o tener, incluso, que recurrir a puntos de recarga rápida, es otra tarea que puede facilitar una solución de gestión de flotas que, asimismo, también puede determinar qué rutas son más indicadas para los eléctricos y cuáles para los vehículos de combustión, planificar una secuencia de órdenes o elegir un vehículo según el nivel de carga restante y determinar en qué medida influye en la autonomía el comportamiento al volante de los conductores, pudiendo tomar medidas para conseguir una conducción más eficiente.

Para asegurar un diseño eficaz de la estructura de carga interna es imprescindible tener un conocimiento preciso de dónde quedan almacenados nuestros vehículos y durante cuánto tiempo

Infraestructura de recarga

Precisamente, la inversión necesaria para el despliegue de la infraestructura de recarga dentro de la empresa es otro de los factores que De la Horra destaca entre los obstáculos más comunes para la electrificación de la flota. Para asegurar un diseño eficaz de esa estructura de carga interna es imprescindible tener un conocimiento preciso de dónde quedan almacenados nuestros vehículos y durante cuánto tiempo, lo que nos permitirá identificar el número de estaciones de recarga necesarias, su ubicación más lógica y hasta las potencias de carga más recomendables. Y una vez más, serán los datos aportados por la telemática los que permitirán despejar la incógnita.

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