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miércoles, septiembre 27, 2023

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¿Por qué están aumentando tanto los costes de mantenimiento de las flotas?

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Los gestores de flota llevan tiempo preocupados por los constantes incrementos que vienen experimentado los costes de mantenimiento de las unidades de la flota, crecimientos importantes que ponen en riesgo de manera sustancial los presupuestos de las mismas en un momento en el que las economías de las empresas no se encuentran precisamente en una fase expansiva en los gastos, sino más bien al contrario.

Con crecimientos puntuales incluso de dos dígitos en determinadas partidas de gasto, la dinámica actual del mercado no está favoreciendo de manera especial al mantenimiento de los vehículos corporativos. Cinco son las razones concretas que, tras un primer análisis, se aprecian en el mercado como las principales razones para este elevado incremento de los costos que se viene produciendo desde hace ya unos meses.

Mayor complejidad de los vehículos

La primera de ellas no es la más apreciable a simple vista, pero sí una de las que mayores incidencias viene produciendo en el mercado dada la fuerte distorsión que genera con respecto a anteriores etapas: la mayor complejidad que los vehículos de nueva generación está introduciendo.

Por lo general, la fuerte presión al alza de los costos de mantenimiento se suele atribuir a las elevadas presiones inflacionarias que los mercados han sufrido durante los últimos meses y siguen padeciendo actualmente. Sin embargo, además de estas y de las graves restricciones sufridas en las cadenas de suministro, lo cierto es que uno de los principales factores clave para el incremento de los costes de mantenimiento de las flotas viene dado por la cada día mayor complejidad que presentan las unidades que se suman a ellas. Complejidad, por cierto, que parece que irá a más en un futuro próximo.

La complejidad de los modelos de las flotas se está incrementando. La crisis de producción vivida meses atrás ha obligado a muchos flotistas a tener que incorporar modelos prácticamente “de serie”, no adaptados en sus contenidos de equipamiento a las verdaderas necesidades que las empresas tienen. Atrás quedaron en muchas marcas las famosas “unidades business”, cuyo equipamiento se adaptaba o era específico para las compras realizadas por las empresas.

Esto eleva el valor de las tarifas de transacción (adquisición y remarketing) de las unidades de la flota, pero también incide de manera negativa en las tarifas que reciben a la hora de superar las distintas operaciones de mantenimiento que se deben realizar, tanto las programadas como, en especial, las que no lo están.

La mayor dotación de equipamiento en las unidades incorporadas eleva las tarifas de diagnosis (hay que controlar el correcto funcionamiento de nuevos y más complejos sistemas de ayuda a la conducción y seguridad), el número de horas (tiempos) de trabajo que las distintas operaciones requieren para identificar los posibles problemas que de manera intermitente se producen, amén del incremento de estos que, precisamente, ocasionan la presencia de los nuevos sistemas y ayudas incorporadas. Y aún nos queda por incluir su recalibración y correcto funcionamiento en aquellos vehículos de la flota que cuentan con ellos para mejorar su seguridad y evitar accidentes.

Hablamos de unidades que han incorporado a su equipamiento sistemas como los de advertencia de colisión frontal, frenado automático de emergencia, asistencia de mantenimiento de carril, detección de vehículos en el punto ciego, etc. Elementos que no sólo han incrementado los valores de compra, también los de las operaciones de mantenimiento y, muy especialmente, los de las reparaciones.

Así, un simple cambio de parabrisas obliga ahora a tener que recalibrar y comprobar el correcto funcionamiento de los sistemas ADAS embarcados, un simple cambio de neumáticos o un pinchazo a tener que hacer los mismo con los sistemas de control y verificación de su estado, o la rotura de un faro o piloto, a tener que comprobar el funcionamiento de todo el sistema de iluminación del vehículo y del de las ayudas y sistemas asociados al mismo.

Y a mayor volumen de equipamiento “tecnológico” incluido en el vehículo, lógicamente van asociados unos mayores incrementos en sus gastos de mantenimiento y/o reparación.

Crecen las operaciones de mantenimiento no programadas

Otro de los factores asociados al fuerte aumento de los costes de mantenimiento en las flotas viene dado de la necesidad que han tenido de mantener durante más tiempo determinadas unidades. La pandemia primero y las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania después han forzado a muchas flotas a extender la duración de sus contratos de renting o bien a estirar la vida útil de sus vehículos más allá de lo recomendable o de lo que la lógica de actuación de los gestores exigía, lo que ha incrementado los costos unitarios de mantenimiento.

Consecuentemente, este comportamiento ha traído consigo un importante crecimiento en el volumen de actuaciones de mantenimiento que no habían sido programadas. La dificultad de obtener vehículos a lo largo del año pasado ha forzado que muchas flotas mantuvieran operando unidades mucho más allá de lo que la lógica recomendaba como vida útil. De ahí el fuerte crecimiento experimentado en operaciones no programadas de mantenimiento.

Costos que además suponen un doble crecimiento, puesto que al mayor número de intervenciones que ha sido necesario realizar sobre los vehículos, también se añade el mayor crecimiento unitario de costos en cada una de ellas por las cuestiones analizadas en el punto anterior de este análisis. Y claro está, al también superior coste de muchas piezas y componentes que es preciso reponer con el paso de los kilómetros en los vehículos.

Costes que antaño, de manera habitual, las empresas eludían gracias a la temprana reposición de muchas de ellas, lo que permitía que sus unidades más veteranas evitaran los denominados “costes por desgaste u obsolescencia” que muchos modelos llevan asociados.

Costes todos ellos que, pese a la recuperación que ya se ha dado en las cadenas de producción y de reposición, se van a seguir notando en la flota al menos hasta bien avanzado el próximo ejercicio 2024.

Retrasos en la obtención de piezas y componentes

La continua escasez de piezas y componentes vivida en las cadenas de producción y distribución del sector del automóvil desde 2021 también está pasando su factura a las flotas en la conservación y el mantenimiento de sus vehículos. Los costos se han disparado no sólo por las dificultades experimentadas por ello, también por las consecuentes estancias de mayor duración en los talleres y centros de reparación a la espera de que llegaran las piezas y componentes necesarios para la reparación.

Y esta es una situación que grava muy negativamente el rendimiento de las unidades en las flotas, pues el permanecer completamente paradas en los talleres a la espera de sus repuestos no sólo eleva el precio de estancia en sus operaciones de reparación o mantenimiento, también dispara el costo de la unidad en la flota debido a su inoperabilidad, lesionando muy seriamente, además, el rendimiento que la empresa espera obtener de ella en las funciones a las que ha sido asignada.

Y en esta ocasión no hablamos de piezas especiales o prácticamente desconocidas que puedan forzar los retrasos (las famosas “juntas de las trócolas”, valga la gracieta). No es así. Nos referimos a importantes piezas comunes que van desde pedidos pendientes de remplazo como fueron los tanques de combustible o los mazos de cableado de determinados sistemas, hasta artículos de uso común como pueden ser las pastillas y discos de freno… De todo ello se ha producido una seria escasez en los talleres durante algunos meses de 2022.

Y no digamos ya de componentes como los convertidores catalíticos de los sistemas de escape, cuyo reemplazo no solo se ha visto comprometido porque la pieza en cuestión se haya visto dañada, también porque en 2022 se convirtieron en componentes prácticamente objeto de culto debido a la fuerte incidencia que sobre ellos ha tenido y aún hoy sigue teniendo la epidemia de robos que se está produciendo a escala nacional dado el elevado valor que la pieza tiene y la escasez que hubo durante un tiempo por falta de producción y distribución.

Se han producido esperas en taller por falta del catalizador que han llegado a superar incluso los dos meses o que han forzado a muchas unidades a tener que operar con sus sistemas en mal funcionamiento, con todo lo que ello conlleva de pérdidas en cuanto a consumos, eficiencia y sostenibilidad para la flota.

Además, la falta de piezas y componentes ha forzado incluso a las empresas a tener que proceder de manera puntual al alquiler de nuevas unidades para la flota, en un intento de no quedar parados y perder movilidad para sus trabajadores, servicios o entregas que pudieran afectar a sus clientes. Costes que también repercuten en el presupuesto de la flota.

Presiones inflacionarias de los precios

El fuerte incremento de inflación durante 2022 y lo que llevamos de 2023 también está disparando los costes de mantenimiento de las flotas corporativas. Evidentemente, su crecimiento ha impactado de manera muy negativa sobre los costes de las tasas de mano de obra, los precios de las piezas y componentes, los costos de las materias primas… Crecimientos que en muchos casos han llegado a representar incluso cifras de dos dígitos.

Los gastos de mantenimiento de las flotas han llegado a experimentar crecimientos mensuales superiores al 35% de media en muchos casos, una presión de costos que, lejos de revertirse en estos próximos meses, parece puede continuar e incluso prolongarse durante buena parte de 2024. Situación que, sin duda, va a obligar a los gestores de flota a tener que seguir dando muestras de su buen hacer profesional para justificar su presencia en la plantilla de la empresa.

Incremento de las tarifas laborales

Y, aunque como siempre sucede lo hace en menor medida, todos estos factores de incremento terminan repercutiendo de manera muy seria sobre el principal coste que soportan las flotas, que no es otro que el incremento de las tarifas laborales, algo a lo que las empresas siempre se muestran reacias.

En este caso las flotas lo padecen de manera muy especial, pues no sólo se están viendo afectadas por el fuerte incremento experimentado por los costes de la vida en el último año y medio, también por la fuerte escasez que se viene produciendo en el terreno profesional de técnicos automotrices cualificados con los que cubrir los servicios necesarios que las operaciones de las flotas requieren. Conductores, estibadores, mecánicos, profesionales en los almacenes, etc, escasean y lo hacen cada vez más.

Contratar uno de ellos no resulta solo problemático en sí mismo, más difícil aún es retenerlo en el tiempo debido a las fuertes presiones que la inflación y los costes están ejerciendo sobre los precios y costes salariales, así como a las cortas expectativas laborales y, en muchos casos, bajas compensaciones y escasas condiciones que los puestos conllevan.

Concesionarios, talleres, flotas, alquiladoras… muchas empresas pugnan por disponer de profesionales cuyo número cada vez es más escaso y cuya profesionalidad, experiencia y conocimientos son menores. La competencia es cada vez mayor al igual que la lucha por convencer a trabajadores de otras empresas cuya profesionalidad está contrastada, lo que eleva las condiciones salariales de estos empleados y, por consiguiente, los costes de las flotas crecen.

Cubrir los puestos vacantes es cada vez más difícil y complicado para los gestores de la flota. Y, por si fuera poco, buena parte de los profesionales existentes superan con creces los 55 años de edad, lo que anuncia un elevado número de jubilaciones para los próximos años y representa todo un desafío para estos sectores.

Conclusiones

Así las cosas, la figura del gestor de flota adquiere una mayor dimensión. Y no sólo hablamos ya de la operatividad de los servicios y actividades de la misma, sino especialmente de cara al campo de su economía y rentabilidad.

Conviene recordar que las flotas corporativas son activos de la empresa cuya funcionalidad es vital para el desempeño de las actividades asociadas a la misma. Lejos de ser consideradas como meros centros de coste, las flotas son auténticas generadoras de ingresos, pues de su operatividad dependen en muchos casos que las empresas puedan cumplir con sus clientes y generar los ingresos previstos en los presupuestos. Si una flota no funciona como debe o se espera de ella, la empresa, lejos de ganar dinero, lo va a perder por partida doble. De ahí que la figura del gestor de flota resulte de vital importancia y cada día tenga una mayor consideración en el funcionamiento de la compañía.

La movilidad de las personas, los bienes, los servicios y las actividades de la empresa pasan indefectiblemente por la figura del gestor y de cuantas personas están vinculadas al control y funcionamiento de la flota. Y si los costes de mantenimiento suben, lo primero es, además de tratar de controlarlos, considerar los presupuestos adecuados para que ello sea posible. Esa es la principal batalla que ahora, a la vuelta del verano, los gestores tienen que pelear de cara a 2024, si es que no quieren ver peligrar sus puestos de trabajo por unos resultados muy distintos a los que, en principio, cabría esperar de su gestión.

Y, como siempre, no sólo basta con disponer de las personas adecuadas para ello. Cada vez es más obligado disponer de las herramientas y sistemas necesarios para mejorar el control y el conocimiento del estado real de las flotas. Los sistemas de gestión de flotas que el mercado ofrece son en su mayoría adecuados y pertinentes para obtener importantes mejoras y ahorros en el funcionamiento de la flota. La digitalización y la creciente conectividad que ofrecen las unidades que se incorporan pueden permitir obtener una mayor rentabilidad y favorecer importantes ahorros con respecto al presupuesto de la flota. El problema radica en conocer cuál es el mejor y el que más se adapta a las necesidades específicas y puntuales de la flota en cada momento.

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